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jueves, 22 de noviembre de 2012

ESTATUTOS DE LA RAEPI. UN GÜISQUI PARA EL FARAÓN


Artículo 2: 

La ka no se usará en vano y nunca jamás sustituirá a ce y qu. (De Estatutos de la RAEPI)

Se preguntarán ustedes (y si no se lo preguntan, se lo voy a contar igual, puesto que esta institución ejerce el despotismo ilustrado) por qué, al ingresar en la RAEPI, solicité el sillón ka mayúscula. La respuesta es simple: no me fío de ella y quiero tenerla controlada. Con su apariencia angulosa, ya gráficamente nos advierte de la verdad: no tiene piedad. Tan estilizada como es, se cuela en cualquier parte y, de una patada, hace salir rodando a sus incautas compañeras para ocupar su lugar: ¿cuánto hace que ustedes no pesan un quilogramo de manzanas, compran pipas en un quiosco o se toman un güisqui?

La ka es rápida y certera: ¡CHAS, CHAS, CHAS!, tres prácticas líneas y nada de los elegantes giros de muñeca de una qu y una u. La ka es dura: se siente como un pistoletazo al pronunciarla. La ka tiene mucha fuerza: se ha hecho con civilizaciones enteras. Siguiendo el curso del Nilo, de Tut-anj-Amón a Jartún, a alguien le tembló la transcripción fonética y la ka se hizo reina del Alto y Bajo Egipto y de medio Louvre.

Además, no está sola. La ka tiene una ayudante de campo que no le va a la zaga: la uve doble. ¿Acaso no han visto ya sus patitas de araña saludándoles con sorna desde esos “Wapaaaa!” y “Waaapooo!” al lado de un "T kieroooo", tan amorosos, tan aparentemente inocentes, tan casuales, que aparecen en sus pantallas?

Queridos lectores, se lo advierto muy en serio: aten bien en corto a sus kas, o, más pronto que tarde, se adueñarán de su cabeza, su casa y su capital.

Miss Gwilt, sillón K. 

martes, 20 de noviembre de 2012

ESTATUTOS DE LA RAEPI


Artículo 1.-

La RAEPI es una institución con personalidad propia y efecto despeinado, cuya misión principal es denunciar los continuos atentados de la RAE contra la Lengua Española en su constante introducción de catetismos y burradas en el diccionario.  Debe cuidar igualmente de que la tilde diacrítica –nuestra razón de ser y existir- sea preservada para que las generaciones futuras puedan disfrutarla como hemos hecho nosotros.

Para alcanzar dichos fines, divulgará las sandeces que poco a poco la RAE ha ido introduciendo con nocturnidad y alevosía en su diccionario.

Como miembro y fundador de la Asociación de Academias de la Pseudointelectualidad, mantendrá especial relación con la APIA y con la ADRAE.